Se acabó lo que se daba para los británicos y para los que compran en Reino Unido: el Brexit acaba con el libre comercio y amenaza con complicar la vida de manera notable a los ciudadanos de ambas partes. Las aduanas y los retrasos en los envíos están haciendo que todo cambie de manera significativa. ¿Tomará alguna decisión drástica Boris Johnson para que todo vuelva a «la normalidad»?
Hasta ahora, por mucho que Reino Unido siguiera emperrado en seguir con su propia moneda por mucho que estuviera chupando del bote de la Unión Europea, entre el país británico y el resto de naciones del grupo, había comercio libre. Esto significaba que, si enviábamos un paquete a Reino Unido, el efecto era el mismo que si lo hacíamos a Francia o Alemania: no había que sufrir las temibles aduanas. También era frecuente que los envíos fueran muy rápidamente, porque todo se trataba de potenciar los beneficios de comerciar entre los países que colaboran estando dentro de la Unión Europea.
Pero ahora que el Brexit ha entrado en vigor con todas sus consecuencias, tanto los británicos que compran en España como los españoles que compran en Reino Unido, tienen que afrontar las aduanas. Eso significa que hay más tasas que pagar, que hay más papeleo que hacer y que además hay que pasar por todo el trámite aduanero, que no tiene desperdicio, sobre todo en España.
Por otro lado, los envíos han perdido el dinamismo que tenían en su momento, ya que ahora Reino Unido los considera generales tal y como si vinieran de cualquier otra parte del mundo. Eso significa que ya no hay ningún tipo de incentivo para comerciar con este país.
Quienes más salen perdiendo son los españoles que viven en Reino Unido y que, hasta ahora, estaban acostumbrados a que sus familias les mandasen paquetes con cosas de España. Ahora, si quieren hacerlo, tendrán que afrontar una serie de pagos extra, aduanas y tener mucha paciencia.